Crónicas napolitanas
Por Gustavo Calandra XIII La repetición mecánica de los ritos produce un aplanamiento de la rutina al punto de levantarme y ni siquiera saber si es viernes, sábado o martes. Por suerte, bajo la ventana de la cocina -desde la cuál cierto privilegio cósmico me permite ver y saludar al Vesuvio al aggiornarme- un señor toca el acordeón para los vecinos, a cambio de una moneda o qualcosa di cibo. Sus notas llenan il palazzo. Es mezzogiorno. Se vienen las fritangas, el ajo, las especias. En la radio comienzan a surgir cuestionamentos, llamadas y audios incómodos de oyentes descontentos, acerca de las restricciones, de imposibilidades, de desplazarse libremente. Habrá un desafío psicológico. La sfida degli altri. Se exaspera poco a poco la convivencia cotidiana. Aún más cuando son recluídxs niñxs en espacios reducidos. Vecinxs espías buchonean. ¿Cuánto dura la guita si falta el trabajo? ¿Cuántos juegos se improvisan sin los recursos tecnológicos? Basta il cellulare!