Crónicas napolitanas


Por Gustavo Calandra


X
 Catálogo de máscaras en ciudad fantasma.
 Imposible no tener una reminiscencia de El Eternauta para empezar. Aunque lo cierto es que antes de la cuarentena y del primer caso en un ospedale, sucedido a un médico, ya avisaban los carteles farmacéuticos que non ci sono delle mascarine. Siempre existe quien lucra con la desgracia ajena. Dopo se hallarán 20.000 encanutados para reventa.
Infatti me cuenta la profe Mirtha que en Buenos Aires llegan a pedir hasta 30 lucas.
 Hubo que improvisar y reemplazarlas por otras alternativas: bufandas, cuellospolar, palestinos, verdugos, pañuelos ondallanerosolitario, retazos de tela con un cordón, protectores bucales, máscaras antigás, un antifaz.
En el medio de la piazza
los borrachines se pasan un faso y el cartón
ronda de vino áspero y camorrero
 Algunas parecen muy costosas, con válvulas a los costados y por qué no música funcional.
Otras tan vulgares como un barbijo de enfermero.
 Parejas con una sola se la pasan y la usan un rato cada uno. Un viejo se la saca cada vez que da una pitada al pucho. Motivos animalprint o sonrisa calavera Motorhead.
 Escafandras. Cascos de motos. Un snorkel.
 También los ratis se protegen. Según sea el escalafón de ortiba es la calidad y complejidad del producto. Los más giles, esa especie de tacita plástica con elástico. Otros con un tubo que amplifica la voz para dar órdenes. Al comisario le tocará el casco de Darth Vader.
 Nosotros salimos con Chicha y forse trovamos algún ragazzo que nos saque la careta.

XI
 –Creo, ya está –asoma su cabeza Marche detrás del escritorio del Don. Acaba de hacerle una installazione para que tenga WI-FI en su oficina. Sonny tiene su corpulento cuerpo recostado sobre el fianco destro y observa de soslayo por una ventana sin dejar de atender lo que conversa por celular Tom Hagen il consigliere. Hace bastante fresco ahí dentro pero nadie se atrevería a decirlo.
 El humito del café que sube de las tazas le imprime una fragancia cordial. Sillones cómodos y oscuros de frío cuero. Hay que tener huevo para sediarsi.
 Cruzo uno sguardo con Corleone a ver si aprueba el lavoro de mi amico rockero, con un poco de pavor e impazienza. El Padrino sonríe temerario. No usa mascarina. U maffiosu no usa barbijo. Pero si le das fastidio te hace la corbata siciliana.
 Cierro los ojos y trago saliva. Cuando los abro estoy recostado en mi letto y vestido. Afuera en la noche de 7°, los gatos se combaten otra vez. Otra vez me dormí leyendo la novela de Puzo, y la cucharada sopera de Nutella pega más que un rivotril de 2 mg.
 En otros sueños el Pala, amigo de Villa Crespo, vende artesanías en la esquina de Via Vergini o mi mamá aparece comiendo en la trattoria Matozzi de Piazza Caritá. Llegan Martín de la mano de Alí con su flequillo dorado, un “vos sos yuta” de risas, cargan bolsos y mochilas, saluda Sofi, Tahiel en brazos. Acaban de vender su casa en el Tigre y se mudan a la ciudad onírica.
 Un decreto gubernamental (para tapar todos los errores previamente cometidos) arrea a la gente y convierte a Napoli en un escenario vacío. Eppure mi imaginación, a través de diferentes lenguajes, repuebla los sitios con gente querida de otros confines.
 Dice Agamben que el lenguaje puede abrir una posibilidad del no-ser, del reemplazo de la cosa por la etiqueta, pero que también puede abrir una posibilidad aún más fuerte este mismo lenguaje:
LA EXISTENCIA, QUE ALGO SEA.
Creo y ya está.

XII
 ¿Por qué baila esa gente?
 Han descendido a las callecitas con sus filixs y sus protecciones e improvisan un “baile de máscaras”, tiran serpentinas carnavalescas, explotan cuetes.
 En otro sector del barrio cantan el himno de Italia una y otra vez y la gente clama con el pecho Fratelli d’ Italia l’Italia s'è desta.
 La festa dei balconi.
 Convocan a las 19.45 a tifar “Un giorno all’improvviso”, tema del tablón napoletano.
 A Palermo, los Djs portan sus consolas y desde terrazas pinchan discos para diversión del vecindario.
 Velas a San Gennaro. Unas flores para Sansevero.
 Flamean sábanas pintadas con todos los colores del arcobaleno:
ANDRÀ TUTTO BENE.
 Fuerzas que apuntalan a la gente. Un pueblo autoestimulado en su optimismo frente a un deficiente sistema de salud, un deficiente sistema en general, el acoso científico y medidas extremas que perjudican las vidas en todos sus planos.
 De paso el despliegue en las calles de las fuerzas represivas, desfile de vehículos, exposición de armamento, refuerzos yanquis y todo esto que tan a mano tienen los gobiernos liberales.
 La cuarentena cierra librerías pero no tabacchi, casas de loterías y juegos o vinerías (por suerte).
 La reinvención de lo cotidiano desde una vida devenida precarizada.
 Entonces la gente baila.
 Baila porque quiere sacudirse el dolor, el tedio y el miedo, la bronca ante tales injusticias.
 Se mueve en el frío para alimentar un fueguito. Baila.



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