Crónicas napolitanas


Por Gustavo Calandra


IV

 “Esta es la casa mis sueños, al fin he conseguido una stanza silenciosa”, diceva Giancá en una de las conversaciones telefónicas que tuvimos previa a mi llegada. En una ciudad ruidosa como Napoli puede ser un privilegio. A mí quello me daba vuelta en la cabeza ni bien me asomaba a mi largo y estrecho balcón sobre la calle Bulnes, oía el rumor de los primeros afterofficers que ocupaban los bancos en la vereda del kiosquito y ya pedían la primera pinta, sabiendo que no sería la única pinta ni serían los únicos afterofficers que se apersonarían en autos motos taxis, hasta no solo colmar los asientos y la vereda sino también el cordón, improvisando una especie de picnic urbano, residuo tardío, tal vez, de una infancia privada de esas experiencias arrabaleras, rateadas, truqueadas en la lleca, el 25, un rinraje, una niñez de rodillas raspadas. Así anochecía en mi Buenosairesqueridocuandoyotevuelvaver.
 Aquí es diferente. Di notte este silencio sepulcral puede ser aterrador. Aún más si se vive en el último piso de un palazzo del siglo XVII, muchos dormitorios, ambientes, algunos solo depósito de muebles antiguos y ropa en desuso, baúles, armarios que no abriría ni por el tesoro de los inocentes. Las telas de araña unen marcos de puertas y el polvo casi irrespirable se percibe en millones de partículas, sillones con sábanas, un cactus seco, todo iluminado con el rayito de la rendija de una ventana que comunica a un jardín que rebauticé naturaleza muerta. Mirarse en el espejo es abarcar con la faccia todas esas manchitas negras que Onetti llamara cagadas de mosca y que no nos salvarían del paso del tiempo si no hurtara al instante mi imagen. Mejor dejo la puerta de arriba chiusa con chiave.
 “Crees en fantasmas? Acá vive uno, dicen los ancianos del rione”, tiró lo más tranquilo el logi antes de irse a lo de su novia. Total: Ci vediamo domani.
 Misterio en la casa de piedra. Me quedan el vino, la lectura, la estufa y la perra durmiendo al lado.
 Leeré un poco El padrino. Abbiamo un sogno nel cuore.

V

 Una mattina mi sono alzato con el pregón de un camioncito que recorre el rione ofreciendo naranja limón lechuga otra cosa verde bella ciao bella ciao se asoma una viejita y en dialecto pide algo de mercancía. A continuación haciendo roldana con la mano baja un balde azul, ese balde azul que tantas veces va y viene con todo tipo de artículos. De paso aprovecha para chiacchierare de ventana a finestra con otra viejita.
 Repaso mentalmente posibilidades de desayuno: descarto el delivery de café, en motito, del bar de aquí abajo, ¿pan dulce relleno de crema verde de pistacho? El pibe va y viene viene y va con una bandeja cerrada haciendo equilibrio con la mano; que no se vuelque el vasito tapado por aluminio, y con la otra maneja. ¿Sfogliatella ripiena della ricotta? El café es una especie de shot de medio pocillo que directamente ti da un calcio en el sistema nervioso central. ¿Babá almibarado humedecido en ron? Sin mencionar que el tiempo que uno tarda en beber esa rica poción oscura no es de más de 30 segundos aunque a veces la taza está bien caliente y te quema los labios. ¿Struffoli con grajeítas como los hacía mi abuela? Sea éste tal vez el delivery de mayor fugacidad de consumo en el mundo. ¿Continúo con mi abanico burgués de azúcares?
 E ho trovato al invasor: ahora vive dentro nuestro y nos pide siempre más.

VI

 Con los primeros rayitos tibios nos asomamos al Bosco di Capodimonte. Un parque –más de cien hectáreas– palacios ahora museos incluidos que pertenecían a la realeza –por ejemplo Carlos III lo utilizó para su regocijo en el siglo XVIII.
 SOLLEVAZIONE POPOLARE
 Ascendimos por un caminito del barrio La Sanitá e dopo un percorso di meditazione regresamos por Via Santa Teresa degli scalzi y me trovo un nombre: MADDALENA CERASUOLO
 Un cartel identifica al Puente de la Partizana y conmemora a la heroína napoletana de las “quattro giornate”, quien se infiltraría en filas enemigas cuando la ciudad se levante en armas para liberarse de la ocupación nazifascista.
 De pronto me siento convocado por esas milicias obreras a combatir en Materdei, a defender el puente que los alemanes intentaban dinamitar para que las barriadas de Stella no se sumen al conflicto.
 Es septiembre del 43, es febrero 2020. Es la hermandad de lxs que luchan.
 Es el sol revolucionario y su calidez fraternal.


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